miércoles, 28 de febrero de 2007

28 DE FEBRERO

El 28 de febrero, durante mucho tiempo, fue una fecha tan importante para mí como la noche de Reyes. Desde que empezaba el mes, contaba los días. La espera se me hacía eterna y, todo, porque ése día aparecían las revistas falleras.

“El Coet” era la que más me gustaba, supongo porque colaboraban los dibujantes de Pumby, Jaimito, etc. Mi primer Coet me lo compró mi vecina Conchín, a los 7 años, el año 1966. La portada era la fotografía de una escena de la falla de la Plaza del Pilar, compuesta por unos toreros, realizados por el artista Juan Huerta. Años después, descubrí que las portadas de esta revista no siempre fueron fotos, si no que, casi siempre, a lo largo de la historia de esta publicación, fueron ilustraciones de su director José Soriano Izquierdo que se convertiría en una de mis más admiradas referencias. Una de las secciones que más me gustaba, y que aparecía en las últimas páginas, era la titulada las FALLAS QUE NO SE PLANTAN. No entendía el por qué eran “implantables”, a mí me parecían super bonitas y estaban realizadas por mis dibujantes de tebeos favoritos: Sanchís, Palop, Karpa, etc. Desde que llegaba a mis manos (a esta revista, yo la llamaba el fallero) su lectura se convertía en una autentica obsesión, llegaba a memorizarlo por completo y aprendí, desde bien pequeño, a moverme por Valencia gracias a los nombres de la comisiones falleras, siempre coincidían con los nombres de las calles, tanto es así que, aún hoy en día, si oigo el nombre de una calle donde se planta una falla, inmediatamente, continuo con el resto que componen el nombre de la comisión. Aún conservo mi primer Coet, totalmente machacado, sin portada, las hojas interiores ya sin grapar pero, para mí, sigue siendo una joya. El año pasado tuve la suerte de comprar a un aficionado parte de la colección de esta revista y recuperar este número en mucho mejor estado, aunque el mío sigue siendo especial, lleva parte de mi infancia en sus páginas, con ellas pasé horas y horas de entretenimiento, modelando en plastilina las fallas que más me gustaban. En concreto, recuerdo la falla del Portal de Valldigna cuyo lema era La Clau, la realizaba el artista JM de La Barrera del que, años más tarde, me convertí en auténtico fan y tuve la suerte de conocerlo no hace mucho. Es una pena que El Coet ya no exista pero, para mí, sigue siendo la referencia. Me gusta releerla y, últimamente, como cuando era niño, se ha convertido en mi revista de cabecera.

Con el tiempo me enteré que había más publicaciones como “El turista fallero” que acababa también comprando porque su sección de LAS FALLAS EN LOS TALLERES me gustaba mucho.

“El pensat i Fet” me resultaba menos atractiva porque era en blanco y negro, los primeros números también pasaron por mis manos gracias a un vecino que la compraba y sólo seguí sus últimos años, notaba que no pasaba por su mejor momento.

Desde que me dedico a la realización de fallas, febrero ha pasado a tener otro sentido, se ha convertido en un mes de mucha actividad y estrés que, con el tiempo, me gustaría ser capaz de controlar, para que todo fuera como más relajado y natural. A pesar de todo, he cumplido dos de mis sueños infantiles: hacer fallas y colaborar en una revista fallera, en El turista fallero.

lunes, 26 de febrero de 2007

PAUL M DESPUÉS DE MERENDAR
Mientras transcurría, lentamente, el mes de febrero (a mí se me hacía eterno) esperaba impaciente la salida de “El Coet”, vivía ilusionado pensando y proyectando fallas (que dibujaba de manera casi compulsiva) o realizando maquetas de plastilina que, incluso, llegué a comercializar.
En esas tardes de invierno, como en gran parte del periodo de mi infancia, la compañía musical la ponía la radio, mi madre, una gran adicta a las ondas hercianas, escuchaba las radionovelas de éxito en radio Valencia por las que yo no sentía un gran interés pero, recuerdo, había dos espacios que me encantaban: “Matilde, Perico y Periquín” antecedente de cualquier serie familiar de la tele actual, pero en radio y “Minutos Musicales” que, por aquel entonces, no sabía muy bien quienes eran los protagonistas de aquellos sonidos pero, más tarde, descubrí que eran grandes orquestas haciendo versiones de la chanson francesa o de bossa brasileña, así que, cuando oigo cualquier tema con ese sonido orquestal, tan característico, con toques yeyés de la época, me transporta a la niñez rápidamente, proporcionándome un estado de bienestar e ilusión como cuando era un enano que, mientras merendaba, escuchaba esas versiones que me marcaron. Igual que los anuncios que se intercalaban entre espacio y espacio, sobretodo recuerdo dos: uno era el de “Perfumería Azul” y el otro el de “Muebles Peris” que, años más tarde, si no recuerdo mal, versionaron “Patxinger Z”.

Si hay una canción que refleja este tipo de sonido, es la sintonía del programa de Juan de Pablos, de Radio 3, “Flor de Pasión”, una versión de Paul Mauriat de una canción francesa de los años 60, compuesta por Serge Gainsbourg (el de Je t’aime moi non plus) para France Gall, con el título “Attends ou va t’en” que se ha convertido para mí en una especie de bálsamo relajante y potenciador de emociones en desuso. El pasado mes de noviembre murió Paul Mauriat y me quedé como si parte de la banda sonora de mi infancia desapareciera con él. No sabía gran cosa de este arreglista, compositor y director de orquesta francés y, buscando en la red, descubrí el gran éxito que siempre tuvo en Japón. No se como se las arreglan los orientales pero siempre acaban sorprendiéndome con sus gustos, a veces, tan impensables.