jueves, 10 de mayo de 2007

UN BESO Y UN REGALO

En el año 71, Valencia se incorporaba a la modernidad consumista con la apertura de El Corte Inglés; como ya comenté aquí, existían Galerías Todo, Lanas Aragón y El Siglo Valenciano pero, el hecho de que la 3ª capital de España aún no contara con un almacén tan completo, nos situaba a la cola del “progreso”. Para la celebración de tal acontecimiento se convocó, con antelación, un concurso de dibujo en el que los niños tenían un papel protagonista: los escolares, bien en solitario o como colectivo (colegio), podían presentarse con sus dibujos sobre un tema que proponía el organizador, ese primer año, el tema, si no recuerdo mal, iba sobre los medios de transporte. Cuando me enteré de la convocatoria, recuerdo que me hizo gran ilusión concursar, con motivo de la celebración del día de la madre y, bajo el eslogan de un beso y un regalo, el Corty, bajo un supuesto mecenazgo, sugería que ninguna madre debía quedarse sin la expresión del cariño (un beso) ni la del consumo (un regalo), el premio era compartido: algo para mamá y algo para el participante. Este evento no era tan novedoso ya que, Galerías Todo, había organizado este tipo de concursos teniendo a la madre como motivo a homenajear.

Este concurso, sobretodo durante la época de los 70, gozó de gran repercusión en la sociedad valenciana, no había niño que no se presentara al certamen; había muchos premios pero, todos los niños, ambicionaban quedar el primero. Estaba dividido en secciones de los más pequeños (4 - 5 años) hasta los más mayores (13 - 14 años) que era el limite de participación. El reparto de premios se convirtió, en poco tiempo, en un gran acontecimiento al que siempre acudía un gran número de asistentes.

El primer año, el reparto de premios se hizo en el antiguo cine Martí, antes de convertirse en mini-cines. Otros sitios donde, también, se celebraron estos actos fueron la Plaza de toros o la desaparecida sala Albión, que yo recuerde. El primer año que participé no conseguí ningún premio y lo viví con una gran desilusión, no entendía porque no habían reconocido mi esfuerzo.

Los años pasaron, los concursos también y, aleccionado por mi profesora de dibujo, me convertí en un experto caza-premios, estuve participando hasta los 15 años, aunque, la edad límite eran los 14. El último año que tomé parte obtuve el mayor reconocimiento, me quedé entre los primeros clasificados y conseguí una ultramoderna plancha de vapor para mi madre y, para mí, el álbum de Las Aventuras de Tintín “La estrella misteriosa”, con lomo de tela, tan cotizados actualmente y que aún conservo. El tema de ese año era el circo, a mi me pareció de lo más sugerente y pronto decidí el motivo a ilustrar: un faquir tragándose un sable que, el publico (con cara blanca), situado detrás, observaba atentamente.

No hace mucho recuperé, entre papeles, ese dibujo y, con la perspectiva que da el tiempo transcurrido, me dí cuenta de donde provino la idea. Una vez más, las fallas habían sido la fuente de inspiración: el faquir que ilustraba mi dibujo tenía una influencia evidente, era una falla de Tortosa Biosca del año 71, de la comisión Micer Mascó. Recuerdo que esa falla me impactó. Dos detalles me sorprendieron especialmente, el primero: el estandarte compuesto por una mona de pascua de cuatro huevos que, en el centro, tenía una cabeza de cerdo (una composición digna de cualquier artista Dadá); y el segundo: la pastilla de turrón “del duro” que comía el moro gigante que había sido mi inspiración.

Más tarde, con las técnicas aprendidas gracias a Doña Milagros, seguí haciendo dibujos presentándolos con el nombre de mis familiares más pequeños a los que solucionaba el regalo del día de la madre. Me encantaba simular dibujo infantil, no era muy ético pero nunca me quedé ningún regalo, era como redimirme de los años que no había sido premiado. En los primeros años del concurso, por el solo hecho de participar, el patrocinador te obsequiaba con unas insignias realizadas para conmemorar el evento; de todas ellas conservo tres del más puro estilo “años 70” que guardo, como oro en paño, en mi vitrina.

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