Cuando empecé este blog me planteé escribir una media de 2 posts al mes que incluso llegué a cumplir en los meses de más trajín laboral, de enero a marzo, pero, no sé como, siento cada vez más que, el tiempo, se me escapa y que necesitaría un día de 48 horas para poder hacer todo lo que realmente me apetece, al margen de las obligaciones cotidianas. Pues bien, la última vez que colgué un escrito fue en mayo y me da vértigo pensar que casi han pasado tres meses y no me he dado ni cuenta, la verdad es que, en todo ese tiempo, no he parado casi ni un minuto: la realización de la hoguera para Alicante, la creación de los cuatro proyectos para el próximo año....
Aunque no me canse físicamente, el proyectar me mantiene tan absorto que se me hace difícil compaginarlo con otras actividades, como la de escribir. Cada vez necesito más “tiempo” para no bajar el listón y trasmitir a mis clientes la ilusión que me produce el enfrentarme al reto de plasmar en volumen, un año más, lo que, por ahora, no deja de ser más que un dibujo en un papel. Intercalada a esta última actividad creativa (proyectar, bocetar, idear para mi la más importante y la que más me apasiona) he tenido la necesidad de crear orden en mi entorno, eliminando esas cosas que a todos nos sobran y vamos acumulando hasta que, por lo menos en mi caso, me generan problemas de espacio y movilidad, pienso que será cosa de la edad, por lo que he llegado a la conclusión de que, acumular por que si, a mi ya no me sirve de nada, así que, dejando a parte la cuestión sentimental, he eliminado y ordenado solo una habitación de toda la casa que, de momento, es suficiente.
El paso del tiempo es algo que me ha obsesionado desde que me convertí en adulto y, sobretodo, desde que me dedico a hacer fallas; de hecho, me gustan mucho los relojes de todo tipo, de pared: en mi casa hay uno en cada habitación y en el taller, no trabajo a gusto si no tengo a vista un reloj grande que poder consultar; los de pulsera: de los que he llegado a tener bastantes, siendo mis favoritos los Swatch (responsables a partir de los 80 de que los relojes dejaran de ser aburridos) y hasta los de arena! Tanto me gustan que, es el objeto perfecto para regalar y que me regalen. No me paso el tiempo mirando el reloj pero, cuando me acuerdo, me gusta saber que hora es.
Reconozco que, muy a mi pesar, me sorprendo mirando, cada vez más, la hora en el teléfono móvil cosa que contribuye a que muchos dejemos de utilizar, de manera habitual, el reloj de pulsera. Incluso mi alegría fue morrocotuda al enterarme que al blog le podía añadir un reloj!.
Los calendarios, junto con los relojes, son objetos representativos del paso del tiempo y me siento incómodo si no tengo uno que poder consultar, aunque también soy capaz de no saber ni en que día vivo, pero, en las épocas de trabajo intenso, me sirve para hacer planes de trabajo que casi nunca cumplo pero me ayudan a organizarme. Hablando con amigos y compañeros de profesión, te das cuenta de que la obsesión por el paso del tiempo es generalizada. Existe la pesadilla del no llegar a plantar la falla a tiempo y tanto nos llega a obsesionar que, no hay periodo del año, aunque esté alejado de marzo que, el mal sueño no nos martirice. He llegado a soñar que, unos dos días antes de la plantá, lo tengo todo por modelar, por dar de blanco, por pintar, una auténtica angustia que contribuye al estrés que regala esta profesión; las consecuencias de haber trabajado siempre a contra-reloj se convierten en graves enfermedades para algunos artistas retirados.
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